Son las palabras que llenan una hoja

Irse de bingos

In 600 on 20 enero 2011 at 2:06

Hace unos días fui al bingo. Ya había estado en uno de esos antes, pero por otro motivo. La primera vez asistí para poder tomarme una copa de pocos euros. Digamos que en el bingo los cubatas cuestan la mitad que en un bar de noche, y, en ese contexto de ilusión, le saben a uno igual de buenos. Así que fui al bingo, no para beber, aunque tomé un par de coca-colas, sino para perder dinero. Porque en ese tipo de juegos, donde la máxima estrategia que puede emplear una persona para ganar es pedirle el cartón a azafatas distintas en cada partida, casi todo es suerte, generalmente de la mala.

Como es mala la espina que me da cuando, con esto de que ahora todo se digitaliza, se vea en una pantalla la bola con el número que toca. Primero, porque uno puede saber el número que ha salido antes de que la señorita lo cante por el micrófono. Parece imposible que la urna donde vuelan las pelotas pueda suministrarlas tan rápido. Así que, o a la azafata se le acumula el trabajo, para lo que hay que serlo de remate, o el tema de las bolitas es un pufo. El caso es que, trampas aparte, cada partida se despacha en escasos cinco minutos.

Aun con todo, y a pesar de que son lugares amplios, los bingos suelen llenarse. Mejor dicho: todas las mesas están habitualmente ocupadas. Muchos se acercan a una de esas, circulares y de seis o más sillas, para sentarse solos. Sobre ella, como no tienen que compartirla con nadie, despliegan tantas tiras de cartón como las que lleva al cuello un vendedor de la once. Y así, partida tras partida, noche tras noche, soledad tras soledad, se van haciendo cada día un poco más pobres.

Uno debería acercarse al bingo consciente de que va a perder su dinero, no elucubrando como la lechera que va a hacer un gran negocio. El beneficio al que debe aspirar un jugador de bingo viene sobre todo de pasar un rato memorable. Para eso, uno se puede inventar juegos que complementan el de tachar casillas numeradas. Mientras la señorita de voz calenturienta va retardada cantando los números, uno puede intercambiar su cartón por el del compañero.

– ¡Ahora! ¡Cambio!
– Sesentah y, seis…
– ¡Ah! ¡A este cartón sólo le falta un número!
– ¿Qué número ha dicho?
– ¿Dónde está mi cartulina?
– Ha cantado el setenta y seis.
– ¡Lo tengo, lo tengo! Ay no, ese era en el cartón que te he pasado.
– ¡Ahora! ¡Cambio pero en dirección contraria!

Aunque de ese modo uno multiplica las probabilidades de perder. Si no se puede ir acompañado, todavía merece la pena salir a ver qué se cuece en esos salones de alfombra roja.

Los bingos son como los restaurantes chinos: rojos, ranciamente elegantes y con asientos tapizados de recuerdos. Además, como en los restaurantes de rollitos, en el bingo le hacen a uno la gran pelota. Quizá para compensar la tristeza de perder dinero, sobre lo que uno insiste metido en la dinámica de 1cartón=2euros. Así, billete tras billete mirando con recelo a los más afortunados.

– Si no quitáis de la mesa los cartones usados no va a tocaros nada.
– ¿Por qué?
– Porque eso da mala suerte.
– Dénos cinco cartones, por favor, uno para cada uno.
– Treintah y, cuatroh…
– ¡Línea! ¡Línea! Yo ¡aquí señorita, aquí!
– Enhorabuena –deja sobre la mesa el trofeo de plata y una bandeja clandestina.
– Muchas gracias –sobre el premio, todos expectantes. Dentro: 15 euros.

  1. ¿Qué pasó, bellas durmientes del «dolce far niente»?

  2. Oh, que porca miseria!. Había escrito mi comentario y no se que ha pasado, pero ha desaparecido de pantalla. ¡Dita sea!.
    En realidad era para felicitar a las tres, la embajadora, la química y la intergaláctica porque en estas fechas, hace un año ya, alumbraron «600». Fue un parto múltiple pero univitelino. Entonces, azuzadas con las contracciones intelectuales y con la ilusión propia del nacimiento de este foro, irrumpieron al unisono «sin ánimo de truco» pero trucando las fotografías.
    Mi felicitación a las tres por este primer aniversario de «600», por ser tan decididas, y mi agradecimiento por darme la oportunidad de viajar con mi imaginación a través de vuestros pensamientos plasmados en tan diversos relatos. ¡¡ ENHORABUENA !!

    • Y también después de un año, tus líneas siguen complementando desde el faldón las que nosotras ponemos más arriba. Muchas gracias por iluminar nuestros posts. Lucero.

  3. Probablemente sea uno de los juegos de mesa más aburrido; un insulto a la inteligencia, solo soportable en plan grupo de amigos, si es que no te echan. La autora, que en otros artículos ha demostrado su versatilidad y capacidad narrativa, no se ha molestado en describir el ambiente, esto es, la puesta en escena. Es posible no preguntarse por la vida que habrá detrás de cada jugador/a, qué pasión no se desata en su interior al tachar los casilleros y la frustación sin límites de ver que finalmente queda alguno virgen de tachadura; y los amuletos y supersticiones. En fin, todo un mundo lúdico en el que siempre gana la azafata cuando canta el último número. Paula, entretenido y ameno. Te recomiendo probar un día la ruleta en familia, ¡divertidísimo! porque siempre acaba alguno enfadado.

    • Verdad. No he descrito a los personajes. Había que elegir 600 palabras y los deseché a mitad de camino. Pero pienso volver al bingo, así que tendré la oportunidad de daros a conocer a los personajes que lo hablitan. Con lo que acaban todos enfadados es con el Monopoly. ¿Alguien ha acabado una partida en ese juego?
      Gracias por tus palabras, eres un sol

  4. Esto está cobrando vida!! Lydia, has vuelto con hábitos noctámbulos, jaja. Paula, certera e iluminadora. El mundo del juego es pavorosamente subyugante. Ah, el «aún» del tercer párrafo, sin tilde.

    ¡Seguid, seguid!

    • ¡Después de costarme 15 euros me equivoco! Corregido. A ver si nos das voz en esa empresa en la que ahora trabajas, Guillermo… Tanta publi, tanta publi; pues aplícate un poquito y échanos un cable! Ahora os hemos dado un respiro, pero coge aire por si vuelve otra oleada. Gracias.

  5. Historia entretenida, pero hay una frase que no tiene sentido: «Así que, o a la azafata se le acumula el trabajo, para lo que hay que serlo de remate, o el tema de las bolitas es un pufo», que lo sepas

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