Son las palabras que llenan una hoja

Cómo se lleva un sombrero

In 600 on 20 septiembre 2011 at 16:03

Cuando uno se compra un sombrero tiene que saber, primero, que posiblemente haya tirado el dinero; y, luego –solo se da en el mejor de los casos-, que va a estrenarlo mucho tiempo después de adquirirlo.

Dejando a un lado disfraces y conjuntos de gala – aunque en ciertas personas resulta accesoria la diferencia- vestir un sombrero con dignidad un día cualquiera requiere, sobre todo, llevarlo con normalidad. Basta con ponérselo en la cabeza, salir a la calle y andar como si nada.

Sin embargo, cuando caminas por la acera con un sombrero, sientes que algo cambia dentro de ti. Paseas, cruzas una calle, adelantas una manzana… y a cada paso vas perdiendo la seguridad en ti mismo: “Creo que no me favorece”. Así que, en cuanto entras en la panadería o a tomarte un café, te lo quitas: cuestión de cortesía.

Antes de abandonar ese rincón de paz, donde uno se había encontrado más consigo mismo, con ese yo que hacía un rato estaba con el pijama en casa, te ves con el artilugio en la mano y dudas, pero acabas recolocándotelo sobre la cabeza. “Solo tengo que acostumbrarme”, y prosigues el camino distraído con otros pensamientos… Hasta que te ves reflejado en un escaparate. “Mejor me lo encajo más y así se me ve menos la frente”. Desde ahora –habías aguantado unos minutos como si nada- te resulta inevitable quitarte el accesorio de la cabeza, en todos los sentidos de la expresión. Pero sigues engañándote y andando, que a alguna parte ibas y a ese lugar tienes que llegar, con o sin sombrero, con o sin dignidad.

Mientras tanto, a lo largo del recorrido, algo te indica que los que se cruzan contigo no dejan de mirarte. “¿Soy yo o es que todo el mundo me está mirando?”. Por si acaso, caminas unos pasos mirando la acera. Hasta que deja de pasar gente y remontas: si otros lo han hecho, tú también puedes hacerlo.

Pero es que a todo el mundo le quedan mejor los sombreros. Entonces te viene a la cabeza –parece imposible evitar juegos de palabras- ese amigo tuyo, de esos que en realidad solo son conocidos, que lleve lo que lleve sobre la testa, ya sea un gorro, una gorra, un bombín, una cinta, un tocado, un pañuelo o las mismas gafas de sol, siempre le favorece. Y eso te hace sentir algo más ridículo; sobre todo si te cruzas con él. Aunque basta que pase por delante cualquier conocido para que te sientas bastante imbécil. Más aún si el sombrero es atrevido, digamos que de cierta ala, o de paja, cuando paseas en la ciudad. Porque en la palaya, de vacaciones, parece que hay una licencia especial para llevar cualquier cosa en la cabellera.

Pensad, por ejemplo, la de gorros de marcas como ‘Coca-cola’, ‘La Piara’ o ‘Nivea’ que os habéis podido llevar a la cabeza cuando pegaba el sol un día de agosto. Accesorios que pronto van a parar a la basura, a diferencia de esos sombreros “de ciudad” que un día nos atrevimos a meter en casa. Esos terminan por quedarse en el altillo después de haber cogido polvo en el fondo del armario. Algunos nunca vuelven a ver la luz. Salvo cuando se cambia la ropa de temporada y hay que reabrir las cajas llenas de ropa. Entonces, quizá uno vuelve a cogerlo entre sus manos después de varias estaciones y, aunque no se lo ponga jamás, solo lo regalará después de algunos años, cuando quede lejana la compra de un artilugio demasiado llamativo para ti, siempre más humilde que todo eso.

  1. a mi también, a pesar de la edad me gustan los sombreros. Y no es un gusto que me ha llegado con la edad, me gustan desde siempre. En mi casa ya lo saben, y se burlan de mi sin compasión. Cada vez que entro en alguna tienda que los tiene, y sobre todo si es un gran almacén donde hay una mayor variedad, el «santo» de mi marido se pone de pie en un lugar cercano a observar como voy probándome uno por uno y mirándome al espejo como buscando una revelación interior. Tu descripción Paula querida, es perfecta, sobre el sentimiento que aflora cuando uno se envalentona y los usa, pero por los comentarios veo que se trata de un mal general. Levantemos nuestros brazos y luzcamos digna y elegantemente estos accesorios ahora que sabemos que no estamos «solos en este mundo» y que se chinchen los «des.sombrerados».
    Por cierto, contra viento y marea, ya me compré un modelito para este año, aprovechando que tengo el pelo más largo, porque con el pelo corto no lucen tanto. ¿Quieren reirse???? Me hice con el dichoso sombrero de lana en pleno verano en la Coruña. Cosas que hacemos los amantes de los sombreros………
    Propongo una reunión multi-edad para que podamos lucirlos todos sin traumas………

  2. Pauli! Me ha encantado. Es una verdad como un la Copa de un sombrero! Olé! A ver si me pongo yo también y escribo

  3. ¡Viva los sombreros! Siempre me han gustado los gorros para invierno, y este año di el salto y me compré un ya… SOMBRERO; pero llegó el verano y me enfrenté a tus mismos miedos, pero los superé, me compré tres! Y he estado súper a gusto con mis compañeros cabezones. Nadie me miraba raro, son todo paranoias nuestras.
    Pero te quería decir que todo el speech que has hecho demostrando tu relación amor-odio para con los sombreros no es por las razones que das… Paula, no te caben!!!! jajajajaja. Siento muchísimo ser yo la que saque a la luz tal gran verdad, pero es que me he ido contigo a comprar pamelas y doy fe de que no te pudiste comprar ninguno. Espero que me sigas queriendo igual después de descubrirle al mundo tu gran secreto.

    • jaja, tienes razón. No puedo negar la evidencia. Por eso siempre digo que fue un tonto el que dijo que el saber no ocupa espacio…. Gracias, Lydia y sí, Guillermo, mejor cuéntalo a escondidas.

  4. Por fin, Paula.
    Yo tengo un sombrero bien armado, con ala medianamente ancha, negro, de pelo de camella. Es eficaz contra el frío, la lluvia, la nieve y el sol. Incluso, contra los pianos de gran cola que te caen desde un sexto. Pero me da vergüenza llevarlo. Espero que me aportes una solución psicológica aceptable.
    Me ha gustado la columna: es como si estuvieses recogiendo la ropa de verano y sacando del baúl la de invierno. Ahora que nadie me oye, me atrevo a confesar que siempre me han gustado los sombreros y espero que muchos, con la valentía que a mi me falta, inunden las calles de nuestra España mostrando el orgullo de ir tocado.
    Un abrazo.

  5. Parece que me correponde, esta vez, estrenar los comentarios a esta columna y es que no dejo de asomarme a 600. Cuando se habla de sombreros, hay que descubrirse y no insultarlos llamándolos artilugios y, peor si cabe, compararlos con gorras, boinas, viseras y otros aditamentos. Reconozco que, en algunos caso, dicha prenda, en sus muy variadas formas, constituye un apéndice del personaje en cuestión, hasta llega a ser parte del sustantivo: la mitra en los abades, el birrete en los doctores, la montera en los toreros, el tricornio en la benemérita, la cofia en las asistentas, el casco, la barretina, el bonete, y un largo etcétera; pero el sombrero es otra cosa, responde a los cánones de una sobria elegancia, sin aparatosidad (de copa), ni sencillez (bombin). Si al principio estaba pensado para el hombre, justo es reconocer que embellece a las mujeres. Desgaciadamente en esta sociedad en la que triunfa la mediocridad fruto de la ignorancia, ¡como no!, se imponen las chonis y sus chandales, las bambas por calzado, los pantalones a de tres cuartos, sin olvidar las camisetas de los mazados y no mazados, los de la tableta de chocolate y así hasta el fracaso más absoluto. Yo, debo reconocerlo, soy de los del chocolate a la taza, y cubro mi severa calvicie con un sombrero panamá de papel en verano porque el sol pega duro y, en invierno, me protego del relente con una gorra de chulo madrileño, tengo dos. En fin, Sra. Zubiaur, con la cantidad ingente de individuos, no hay dos que vistan igual, ¡qué cosa!. Muchas gracias por su columna que parece haber escrito con toda prisa.

    • A las mujeres les favorecen más los adornos en general. Y el sombrero no deja de ser uno más. Aunque se diseñara para los hombres, por eso del relente del que tú mismo hablas. Pero te equivocas en que he escrito el post tan rápido como este comentario. Estuvo horneando días y días, pasó juicios y prejuicios y un si fin de minutos de eterna agonía esperando en el calendario a que su autora lo subiera.

  6. Hoy he tenido un sueño en el que eras una de las protagonistas, Paulica. Y curiosamente hoy publicas en el blog. Qué cosas.

    Nunca había reflexionado tanto sobre los sombreros antes de leerte, pero creo que aciertas al ponerte en la piel de quien los lleva. Yo sólo tengo uno: me lo puse en un par de fiestas de disfraces y sanseacabó. A ti tal vez te haya visto alguna vez más con uno. No estoy seguro.

    Gran entrada, y sigo leyéndoos, por supuesto.

    • Creo que hablo en nombre de todos cuando digo que queremos que nos cuentes tu sueño! jajaja

      • Y yo creo que escribirlo por esta vía sería un error… prefiero quedar con vosotras dos por skype en una conversación simultánea, jaja.

    • Muchas gracias Guillermo. Y muchas felicidades también… Ya ves, siempre escribiendo. Que si en el Diario, que si en 600, menos a los amigos. Espero que te sepan bien tus años. Gracias por seguirnos. Es lo bueno de internet, donde no existen fronteras.

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