Son las palabras que llenan una hoja

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Tú nos enseñas

In Uncategorized on 23 septiembre 2020 at 9:36

Contigo aprendimos a dejar de salir por las noches. Nos hiciste malabaristas de un cuerpo de dos kilos que sólo se dormía colgado, como un león en una rama, en un brazo boca abajo. Experimentamos el miedo de amar demasiado a alguien. Te cantamos muchas veces canciones de la iglesia para pedirle a Nuestra Madre que te cuidara antes de que pudiéramos hacerlo nosotros. Viajaste en cuna por todos los continentes de la casa. Te enseñamos a gatear poniendo cebos de pan en el suelo: parecías un soldado arrastrándose con el impulso de un pulgar hasta su presa. Yo aprendí contigo a no rendirme dando el pecho y tu padre se hizo cocinero de biberones. Nos enseñaste a vestirnos con manchas, a llegar los últimos al trabajo y a rendir sonámbulos. Volvimos a ver dibujos animados. Te hiciste pintor de barcos que navegan como gaviotas a varios metros sobre el mar. Artista de suelos y paredes, modista de cortinas, buscaste lienzo en la fachada para tus pinturas rupestres. Sólo hasta tenerte a ti entendí que los niños fueran con ronchas de chocolate y mocos en la frente. Más que coche, andábamos en cochino. Más que pasear, salíamos a hacer footing. Más que darte de comer, limpiábamos la cocina. 

Contigo comprobamos que no estábamos preparados para ser padres. Fue aparecer tú y brotar nuestros vicios más familiares. Tenerte fue instalar en casa un gimnasio donde ejercitar la paciencia. Sesiones de templanza, fortaleza, justicia y prudencia. Contigo aprendimos de verdad a enseñar al que no sabe, a dar de comer al hambriento, de beber al sediento, a vestir al desnudo. Se nos olvidó querernos para quererte, se nos pasó educarnos para educarte. El cansancio se comió nuestras conversaciones, nuestros momentos a solas, las ganas de vivir más allá del sobre. Pero aguantamos, como aguantan los que se comprometen. Así, aprendimos a dejar de ver los juguetes. Se nos olvidó darte de merendar y bañarte. Se nos pasaron revisiones médicas, comprarte los libros y partes del uniforme. Se te instalaron en la cabeza las greñas. Manicura de plastilina, calcetines diferentes y camisetas que aborrecen ciertos pantalones. El cuello del polo por dentro del jersey, los puños por el codo y zapatos con cámara frontal de aire. Siempre dispuesto a desordenar para ordenar con las canicas. Siempre al quite de empezar un proyecto de papiroflexia. Colector de chapas de cerveza y pegatinas; buscador de bichos bola, trepador de copas, encantador de lagartijas, amante de las laderas. 

Cada cien páginas que te leas, te compro un superzing. Tienes que recoger la toalla después de ducharte. Tira de la cadena cuando hagas pipí. Lleva el plato al fregadero. Pon el abrigo en el perchero. Deja la bicicleta en su sitio. ¿Dónde está el jersey del cole? No hay que decir mentiras. Pídele perdón a tu hermana. Puedes subirte a ese árbol con cuidado. Ponte el casco. Mamá, te quiero mucho. ¿Podemos ir a casa de los abuelos? Luego jugamos al Monopoly. ¿A que nuestra casa ha costado 15.000 euros? Papá, te quiero mucho. No quiero ir a misa. No me gustan las camisas. Una vez saqué una foto mejor que la de papá. ¿Cuándo vas a hacer albóndigas? Esta noche elijo yo el cuento. No tengo calcetines. No encuentro mis zapatos. Quiero ir a escalar. ¿Puedo jugar a vídeojuegos? 

Después de siete años, casi no hemos aprendido. Tú abres el camino de los que te siguen por detrás. Heredaste nuestros vicios y las lecciones para mejorar; en cualquier caso, te queremos así, y nada más.

¿Qué quieres ser de mayor, Daniel? Lo que Dios quiera.